sábado, 18 de agosto de 2007

Tangente

¡Tangente! Palabra rara ¡eh!, mirá que la busqué en la Real Academia y además de mencionar las definiciones geométricas, me dejó el sabor –tu amor- en la boca al pronunciarla. Después leí las otras acepciones -¿te acordás cuándo solía decirte que eras mí tangente?-.

En fin, aprendí un poco de geometría y recordé la tarde que me trajiste la tarjetita con las definiciones. Y al pronunciar tu nombre, sentí tus besos. Al tocar tu cuerpo en la distancia, en la ausencia corpórea, nos perseguí a nosotros durante una noche y nos encontré felices en la memoria. Tristeza de no tenernos, de conocernos y dañarnos, y dañarme, y dañarte, por no sabernos, por no querer sabernos próximos, sino distantes, como los sueños, como la pasión.

“Otras acepciones” y me dejaste tu dirección y tu teléfono para que mande una carta o alguna vez te llame. Y como no soy diestro en juzgar mis elecciones, solo sabe Dios, si hice bien en seguirte, en buscarte.

“You´re so beautifull”, la-noche-anterior, vos y yo. Tangente, una tarde en el hipódromo, los dos paseando por el puerto, cenas de gala, despedidas y no vernos.

Una vez llegué a visitarte, era temprano y ambos coincidimos en la idea de que si aquella noche (la-noche-anterior), en ese bar, nos hubieran avisado de nuestro destino, habríamos desistido al panorama de enamorarnos. Fundamentaste que no tenías ni tiempo, ni dinero para enamorarte, yo aludí a las distancias y a mi falta de razón para entender las historias de amor. Acá nos ves.


martes, 14 de agosto de 2007

Mi rayuela...


Porqué siempre hay baldosas más seguras que otras, unas que sirven de red, otras de escape a la tristeza, de momento recurrente, o punto de referencia. Y no nos cansa, sino que nos definen. En la vida hay muchas rayuelas, y no todas llegan al cielo, o al amor. En este caso, hay que admitir: faltaron varios. Pero con esos personajes me aproximo todos los días a estar en el cielo, o a sentirme enamorado de la vida...

domingo, 12 de agosto de 2007

Mika

Papeles viejos, cajones revueltos, y un pasado inmaculado que se destiñe con el tiempo... pero allá quedan, esos hitos de la historia, las princesas que no mueren, que no callan...



















Voces que no mueren...

viernes, 10 de agosto de 2007

Extravíos...


Todo sea por leerlos, desde nuevas tierras, y otros abismos...


Instrucciones para soñar:

Siempre tuve la convicción de que las instrucciones, o los “manuales de uso” tienen, como único fin, evitar una catástrofe.

Pero la naturaleza parece ser terca con el ser humano y se empeña en que éste destruya para construir, se equivoque para aprender. De no ser así, frases como “errar es humano”, “de los errores se aprende”, no tendrían tanto éxito en el repertorio cotidiano, del mortal corriente.

Es necesario admitir que, las instrucciones son una forma sutil de insinuar los caprichos del futuro. Si somos prudentes, tendremos la garantía de que la causa y el efecto, se adecuen a nuestras expectativas.

A menudo, emociones tales como el miedo conllevan a que debamos consultar un manual de instrucciones, y otras, como la ansiedad a ahorrarnos todo tipo de aprendizaje previo, y precipitarnos directamente al efecto, que suele confundirse con el error.

Cortázar alguna vez nos dejó instrucciones para subir las escaleras; la pregunta es: “¿cuántas personas se detendrían a leer las instrucciones para subir una escalera?”. Seguramente en la lista encontraríamos: a) los enamorados de la literatura; b) a los fanáticos de Cortázar; y c) nadie más, -quizá un curioso-.

La abrumadora realidad nos dice que, la mayoría de los mundanos pasa por la vida sin leer las instrucciones, prefiriendo curar que prevenir.

A veces encuentro la explicación de este fenómeno en la educación, recuerdo que en el colegio me preguntaba: “¿y esto para qué sirve?”. Cuando lograba juntar el necesario coraje, desafiaba a la maestra largándole la escéptica pregunta. En sus respuestas encontré una llana decepción, porque las sumas y las restas servían para ir hacer los mandados, (comprar medio kilo de tomates y que nos dieran bien el cambio).

Yo, habiendo dilucidado que lo enseñado en la escuela es necesario pero no resulta placentero aprenderlo, empecé a arriesgarme y a no estudiar. Mi mayor satisfacción estaba en no haber estudiado. Y por la solidaridad de la suerte aprobar. En síntesis, significaba rendir sin estudiar, ser autodidacta y reconocer así, la fe en la “ley del menor esfuerzo”. Ésta última, me liberaba de la frustración, dejándome al alcance el consuelo de pensar que si hubiera estudiado, me podría haber ido bien.

No quiero ser minimalista, pero… creo que la explicación de sortear las instrucciones se remonta sencillamente a eso. Sabemos que es necesario leerlas, pero eternamente aburrido. También sabemos que la alegría de haber podido –sin la ayuda de un manual- programar el nuevo reloj, o subir las escaleras, es espectacular.

Sin embargo, aquel que alguna vez leyó un manual de instrucciones, derribó toda posibilidad de enigma y para colmo ahorró tiempo. El problema de saber cómo funciona y conocer la verdad, radica en que hemos explorado los riesgos de la causa y el propio efecto.

En el libro que escribió Fulano titulado: “Instrucciones para hacer instrucciones”, leí que era imposible escribir un libro de instrucciones completo y cuando escribí “Instrucciones para soñar” me di cuenta que estaba incompleto, entonces me frustré.

No pude darme por vencido y aun advertido de las complicaciones me empeciné en fracasar y escribí unas breves instrucciones para soñar:

Hay una serie de requisitos mínimos. Tener herido el corazón, después de todo es una buena alternativa, o ser nostálgico, -da lo mismo-. Existen dos armas de fuego para crear sueños atrapantes: la tristeza y la ansiedad.

Si ninguna de estas emociones forma actualmente parte de vuestra vida, dudo que el sueño tenga sentido. Si no las tienen y quieren soñar, no hace falta de mucho esmero para hallar tristeza y ansiedad. Basta con abrir los ojos más de la cuenta, y observarán las muchas razones que hay para estar mal. Dicho malestar, tarde o temprano, más temprano que tarde, les traerá cierta congoja.

Se preguntarán “¿por qué estar triste?”, bueno la razón es simple: estar triste, es una forma de estar en disconformidad con el presente, y el presente es lo único real que hay en nuestras vidas. (El mañana y el ayer no son más que absurdas suposiciones). Cuando uno esta disconforme con algo, salvo que sea delicadamente indistinto, dedica su constancia en modificar ese presente, y como en la angustia todo parece a largo plazo, proyecta, y los sueños no son más que conmovedores proyectos o lentes por los cuales podemos ver la realidad. Por eso, y no por otra cosa, puedo mencionar a la tristeza como disparador de sueños. No es casualidad, que en la angustia, se escriban las mejores canciones. La ansiedad, por su parte, nos da el deseo de huir…

Y la nostalgia, es la ayuda para quienes no gozan del mezquino don de la creatividad. Una forma de huir del escenario del presente es viajar hacia al pasado, y recrear nuevamente lo vivido. Claro que estos sueños, inevitablemente pierden el factor sorpresa, y se saben por anticipado los resultados. Hay algunos que se lucen, y en ese viajecito se permiten hacer detalladas modificaciones, que a la larga, terminan por cambiar sustancialmente la historia.

Mi hermano, siempre me contaba que el quería volver a vivir al pueblo. Le molestaba brutalmente estar alejado de sus viejos amigos, claro que en ese módico sueño, también se llevaba a las nuevas amistades que había cosechado en la ciudad.

Un amigo mío, siempre soñaba con princesas. Soñaba que las encontraba en el supermercado, en la plaza, en una esquina. Incluso, una noche, escribió que su princesa la esperaba en un faro y eso era en cierta forma imposible. Si bien en el pasado más de una vez se las había encontrado. Él, en los sueños, se daba el gusto de encontrarlas cuantas veces quisiera y encima, que el amor de sus princesas le correspondiera, como el de él a ellas.

Tampoco hay que llegar al extremo inactivo de la tristeza, esa que nos deja con las noctámbulas ganas de dormir a toda hora, con la mediocre comodidad de acostumbrarnos, sin presentar quejas.

Soñar, es una tarea aparentemente cómoda para los que no arriesgan, y fielmente engañadora. Suele ser un pasatiempo entretenido, una curita para el corazón, pero eso no cambia los hechos y así como Galeano dijo que las utopías están en el horizonte y sirven para que nosotros caminemos hacia el. No debemos, por empecinarnos en caminar, evitar descansar de cuando en cuando a orillas del camino, por vicio de observar el pretérito, el presente, lo real y no correr por ansiedad al horizonte, que nunca llega.

Mis incompletas instrucciones, tienen como fin, demostrar la catástrofe de vivir en los extremos. (Ahogarse en el pasado, cansarse del futuro). No discuto la posibilidad de tener ambas suposiciones al alcance por las dudas, por conservar la certeza de conocernos en el transcurso del tiempo, y soñar cuando las sombras invaden los rincones del corazón.